viernes, 2 de noviembre de 2007

Tontos, tonterias y tontadas

Buenas:

Leo con atención las opiniones de Vidal Cuadras acerca de Blas Infante. Según este, llamémoslo así, individuo, D. Blas era "un cretino integral", asegurando que "no acabo de entender cómo el preámbulo del Estatuto de Andalucía toma de referencia el manifiesto de Córdoba, que es de Blas Infante y toda esa pandilla". En el programa de radio en el que se vomitaron estas opiniones se encontraba también Alberto de la Hera, director general del Asuntos Religiosos durante los Gobiernos de José María Aznar.

Otro de los contertulios aseguró que "en mi tierra andaluza, los habitantes no saben una palabra de Blas Infante», para añadir posteriormente que "les han dicho que es el fundador de la patria andaluza, muchos se lo han creído, sin crítica, sin análisis, sin conocimientos». Concluyó afirmando que "Blas Infante es un mito carente por completo de solidez histórica".

Yo no creo que haya que enfadarse, de verdad; las andaluzas y andaluces no debemos tomarnos como una afrenta semejantes palabras. Relajaos, tranquilizaos y no dadle importancia, porque no la tienen.

Y no la tienen por varias razones:

- las palabras no hieren, hieren los disparos de los que fusilaron a D. Blas, eso si que duele, o las de los que mataron a Caparrós, defendiendo la Autonomía Andaluza.

- las opiniones tienen el valor de la persona que las emite, y viniendo de donde vienen, tienen la misma valía que las del primo de Rajoy sobre el cambio climático.

Cierto que los andaluces conocen poco a Blas Infante. Pero la razón no es que sea un tonto, ni nada por el estilo. La razón, la única razón, es que durante muchos años, han intentado taparle la boca, esconderlo, no decir quien era donde debe decirse, en las escuelas, enseñarle a las niñas y niños andaluces quien era, qué decía, por qué luchaba, por qué lo mataron y quiénes fueron sus asesinos. Y los culpables de esta situación no son otros que la panda de salvapatrias de la derecha.

De verdad, seguíd orgullosos de Blas Infante, de su obra y de su legado. Lo bonito de la democracia es que cualquier gilipollas puede opinar sobre lo que quiera. Y D. Blas murió justo por eso, por defenderla. Respetemos a los descerebrados, dejemos que los cadáveres políticos abran la boca, para dejar escapar los gusanos que le comen por dentro. Pobres, no les queda otra cosa