jueves, 2 de agosto de 2007

Shulo-playa

El shulo-playas es uno de los personajes más típicos del mundillo veraniego. Su habitat se restringe a la orilla del mar, por donde pasea su palmito, buscando incautas que caigan rendidas entre sus fornidos brazos.

Ha evolucionado con el devenir de los años; allá por mi juventud (rondando el Pleistoceno tardío), se le podía caracterizar por su bañador Meyba pegaito a la carne, marcando virilidad, su pose de barriga apretada, como cualquier paciente de estreñimiento salvaje, y por esa cantidad de pelo creciendo hasta debajo de las uñas, un pelo negro negrísimo y con más rizos que una toalla portuguesa. Se le veía pasear al mismo borde del mar; no se conocen casos de ningún shulo-playa metido en el agua más allá del tobillo. Tengamos en cuenta que para el shulo-playa, la imagen es importante, y de todos es conocido el efecto del agua fría en los cuerpos cavernosos.

Ahora, el shulo-playa ha cambiado, tanto en su aspecto como en su comportamiento; lo tenemos en su versión "Neopreno Style", bajándose de su caizurfin o como carajo se escriba, o de su moto acuática, como si acabara de cruzar el Atlántico sin escalas, cuando no viene más allá del chiringuito de al lado. También lo podemos ver en sus subespecies "Pelotero" (jurgol o voleibó) y Paletero (Nadal a su lado, un manta manco).

Ya no le hace falta meter barriga, se machaca en el gimnasio, se depila hasta las vellosidades intestinales, y se zambulle en el mar como si en cinco minutos fueran a cobrar cada baño.

Eso sí, lo que no ha cambiado es su objetivo: las chatis. Todo sea por las chatis. Aunque en sus primitivas versiones, no metían ni miedo, ahora parece que la cosa ha cambiado, y se les suele ver rodeado de niñas monas, con los pelitos así metidos para dentro como la Jennifer Aniston. De esas, ya hablaré.

Mañana, más...