miércoles, 29 de agosto de 2007

Sevillista seré hasta la muerte...

Hola, Antonio:

Hoy escribo esta entrada muy triste; noticias como la de tu fallecimiento nos hace estremecer, no ya por tu fama, por tu calidad como deportista y humana. Nos estremece por tu juventud, porque se te veía tan lleno de vitalidad, que te hace pensar y replantearte tantas cosas... A veces, el corazón es como una copa del más fino cristal de Sevres, hermoso, brillante, pero muy delicado y frágil.

Noticias como la de ayer te hacen pensar, y mucho. Piensas que es inútil correr para llegar antes, porque la vida no es una goma que estiremos a nuestro antojo, porque vivir deprisa no es vivir más. Es estúpido andar amargado por el trabajo, el tráfico, los niños, la hipoteca... porque la vida no entiende de risas o llantos. Es una tontería cabrearnos porque tal o cual es mala persona, porque no nos saluda en el ascensor, porque es mal compañero de trabajo, porque la vida no entiende de buenos o malos, de buena gente o mala gente.

Nuestros días dentro de este mundo son como una enorme naranja; algunos se quedan en la piel, amarga; otros dan con el hueso, y creen que todo es duro, inamovible. Yo creo que tenemos que seguir buscando, hasta encontrar la pulpa y exprimir hasta la última gota de zumo.

Antonio, para gente como tú, la vida es como una de esas chispas que veía de pequeño saltando de la piedra del afilador, brillante, cegadora, fugaz. Mueren pronto, pero aunque cierres los ojos con fuerza, un resplandor blanco se queda clavado en tu retina.


Los clásicos siempre tienen razón:
Carpe diem, tempus fugit

Adios, Antonio, hasta siempre.