jueves, 11 de octubre de 2007

Psicología masculina para mujeres IV

Buenos días, querida:

Antes de marcharme de puente, que me lo merezco porque yo lo valgo, te voy a dejar otra perlita sobre los mecanismos que rigen la mente y el cuerpo del hombre.

Hoy hablaremos sobre ese estado temporal de atontamiento total, de gilipollez insana, que nos hace decir y cometer actos de los que, a la larga, solemos avergonzarnos.

Teorema.-

El romanticismo es un virus, y lo cotidiano es su cura.


Claro que es un virus; llega de golpe, te altera las constantes vitales, y el hombre se vuelve blandito, se le altera el pulso, suspira, siempre lleva esa expresión de acarajotamiento colgada de la cara, y, lo que es más importante, NO PIENSA EN EL SEXO. De ahí que lleguemos a la conclusión de que no es su estado natural, sino una alteración grave de su salud, tanto física como mental.

Gracias a Dios, el día a día inocula su dosis de antibiótico, ataca con fiereza los síntomas, y nos devuelve a la normalidad. Dejamos de suspirar, sólo nos altera el pulso un escote o una minifalda, y el acarajotamiento se queda en aquello que, simplemente, son carajotes de nacimiento. Eso no quita que sigamos sintiendo lo mismo por aquella o aquel que nos inoculó el virus, ojo... no me seas mal pensada que ya te estaba viendo de venir.

De todo esto, podemos llegar a una conclusión.

Corolario.-

No hay hombres más o menos románticos, sino mejores o peores actores.


En fin, chica, que no hay más cera que la que arde.

Pasa un buen puente...