viernes, 3 de agosto de 2007

Las Jennifer Aniston

Hoy, queridos convecinos, disertaremos sobre otro espécimen que aparece en estas fechas estivales, allá por nuestras costas: las Jennifers.

Ellas van a la playa moniiiiiiiiiiiiisimas de la muerte, vestidito, bolso a juego, gafas de sol con unos cristales como escaparates del Corte Inglés, y no llevan los tacones porque no podrían andar por la arena, que si no, ya verías... Perfectamente peinadas, nada de cuatro ganchillos a la bulla y una coleta, que dices, peinadas de peluquería, pintaditas, perfumaditas... Vamos, que en lugar de a la playa, cualquiera que las viera salir de su casa diría que van a un cocktail en la Embajada de Antesmuertaquesencillolandia.

Su comportamiento es ya todo un clásico; ellas no se tumban en la arena, van de tumbona. Colocan su mesita con su Ipod, su movil 7 u 8 G, sus cremas solares, pero dejando un huequito para el caciquito cola y el guacamole.

Suelen llevar bikinis dorados o plateados, como si se forraran las tetas y el culo de papel Albal; alguna hace topless, para que se noten los 3000 eurazos que se han dejado en Corporación Dermoestética, mostrando unos pechos en los que se puede colgar una chaqueta mojada. No se bañan, quita quita, ellas se refrescan con un pequeño spray, seguramente rellenado con Perrier, y tontean con todo aquel que:
  • Vaya con un traje de neopreno.
  • Se acabe de bajar de su moto acuática o de su ala delta.
  • Sea camarero del chiringuito o venda pulseras y collares con un deje argentino en el habla.
Son monas, pero lo malo es que lo saben. Si las tienes tendidas a pocos metros de tí, olvídalo, no tienes nada que hacer. A no ser que... esteeeee, viste que linda cola tenés...